No,
no me refiero a alguna Unidad que se haya creado para trabajar en algo
técnico, pero tal vez por allí vayan los tiros de esta nota. Se refiere
más bien a la unidad de los técnicos, que podría ser más bien el término
adecuado a la situación que hoy presenta la discusión entre los
técnicos de la oposición en relación al sistema electoral y la discusión
de si usar o no las captahuellas en el proceso del 7 de Octubre.
Paradójicamente, a partir del 12F tenemos unidad política pero hasta la
fecha no tenemos unidad técnica.
En
mis tiempos de estudiante de bachillerato, solo habían dos opciones de
estudio para donde coger: Las Humanidades y las Ciencias. La gente se
titulaba, si lo recuerdan, Bachiller en Ciencias y Bachiller en
Humanidades. El tiempo me ha enseñado que era una diferenciación atroz.
Nadie puede ser completamente científico ni tampoco completamente
humanista. Como siempre me encantó la lógica y la pureza técnica, del
saber que objetivamente dos y dos son cuatro, sin que nadie lo pudiera
objetar, siempre preferí el estudio de las ciencias, de lo científico.
Las humanidades me sonaron a algo que no se podía medir, relacionado con
los estudios de lo humano y lo discursivo y, como siempre me gusto
llamar al pan, pan y al vino, vino, siempre me aleje de las discusiones
estériles de los humanistas a los que siempre de alguna manera la cuenta
de dos más dos nunca les daba cuatro sino el numero más conveniente.
¡Por eso precisamente eran los estudios de lo humano!
Con
el tiempo, y como todos, cambié mi percepción del mundo. Y aún siendo
técnico me fui dando cuenta que de alguna manera lo humanista influía en
lo técnico al punto de dominarlo. Los técnicos éramos relegados a un
papel instrumental -técnico-, sin ningún poder de decisión más allá de
su esfera de influencia, de nuevo, técnica. Si deseaba tener acceso a
decisiones fuera de ese ámbito debía, no solo profundizar en lo
humanista, sino hacerme entender por ellos. Hay como una cierta barrera
que nos separa, que hace que a veces ambas formas de ver al mundo, aun
hablando el mismo idioma, no nos entendamos. Por eso me interesé en
hablar también el idioma humanista, sin dejar mi pasión por lo técnico.
He
tratado de poner simple el dilema casi universal entre lo científico y
lo humanista para tratar de explicar en términos sencillos la diatriba
pública que se ha montado en relación al sistema técnico que gira
alrededor de una cosa que debería ser tan simple como contar unos votos.
He notado que los técnicos que hemos opinado en relación al proceso
electoral nos hemos enfrascado en una discusión de lo técnico que de
alguna manera nos ha hecho salir de nuestra esfera de influencia y tocar
las fronteras de uno de los aspectos más sensibles de lo humanista: lo
político.
En
algunos casos los políticos se han metido a técnicos, opinando acerca
de la complejidad tecnológica del sistema del CNE y los técnicos se han
metido a políticos tratando de explicar que el mismo sistema da o no da
las garantías para que la cuenta de esos votos salga como debe ser. Se
han cruzado los límites y ahora nadie sabe si cuando un técnico habla,
lo hace como técnico o como político. O peor aún, si cuando un político
habla del sistema lo hace tratando de ocultar o minimizar alguna trampa
que este montando el gobierno, a expensas de lo técnico, terreno el cual
desconoce. Es por eso que he leído a sociólogos hablando de que son
“tonterías el cable submarino o el satélite Simon Bolivar” abordando
desde lo político aspectos técnicos. ¿A cuenta de qué alguien puede
asegurar, más allá de su palabra, que un proceso técnico funcionará sin
problemas? Solo los técnicos pueden asegurar eso.
Ahora
bien, ¿cuál es la responsabilidad última de los equipos técnicos de la
oposición frente al CNE, agravada por la circunstancia de considerar que
este organismo se halla abiertamente parcializado a favor del gobierno?
La respuesta es simple: garantizarnos que la cuenta de los votos que
nos entregue el CNE a la finalización del proceso electoral se
corresponda con la verdad. Para ello requerirán de auditorías técnicas y
controles de todo tipo, para asegurarnos que el sistema tecnológico que
nos impuso el CNE no burlará la voluntad de los electores. Cualquier
energía que se desvíe de ese objetivo se estará desperdiciando a favor
del gobierno.
Menuda
responsabilidad tienen esos equipos técnicos frente a todos los
venezolanos. Es una carga demasiado pesada e injusta a mi modo de ver,
porque si desde afuera desconfiamos de su honestidad y de su
calificación técnica, ya el gobierno tiene la partida ganada y entonces
cerremos la santamaria de Venezuela y el último que apague la luz. En mi
caso particular, parto del principio humanista de que la buena fe se
presume y la mala fe hay que probarla.
Partiendo
de ese principio de buena fe (lo otro sería tema de denuncias que van
más allá del alcance de esta nota) y en vista de que se ha insistido por
parte de voces técnicas calificadas, fuera del circulo de quienes
trabajan para el Comando Venezuela, y que también hacen observaciones de
buena fe acerca de que hay irregularidades que considerar, es necesario
que ambas posiciones se discutan y se deliberen a fin de buscar la
verdad técnica mas allá de posiciones personalistas y de sesgos
políticos. Hay dos aspectos puestos en tela de juicio: uno de ellos que
tiene que ver con los datos del sistema, el Registro Electoral, y otro
con la viabilidad nuevo sistema propuesto por el CNE, el SAI. Ambos
aspectos han sido tan controversiales que han generado temor y conflicto
entre muchos de nosotros que asumimos una posición técnica, no
política, acerca de su utilización segura en este proceso.
Dos
posiciones técnicas encontradas pueden ser debatidas si se aparta el
fondo político. Recuérdese que los técnicos pueden llegar a acuerdos más
fácilmente que los políticos por aquello de la objetividad del
conocimiento científico. Y aquí deseo sugerir un caso de negociación
entre partes en disputa para aquellos técnicos que realmente deseen
poner por encima los intereses del país a sus propias argumentaciones,
por mas ciertas que les parezcan. Para ello propongo un proceso rápido
de negociación. Hice la consulta con un experto del tema de negociación y
este acuerda conmigo que este podría ser un caso de esa naturaleza,
sugiriendo un mecanismo simple basado en lo que ellos conocen como el
método del Texto Único de Negociación:
“Cada
parte escribe con lo que estaría de acuerdo (puntos específicos que
pide o espera de la otra parte). Cada parte entrega su documento y el
facilitador mediador compila los puntos de acuerdo encontrados en ambos
documentos. Y así se va avanzando hasta terminar con todos los puntos
controversiales. Eso permitiría lograr un documento de puntos mínimos de
acuerdo.
El
mediador va asentando los puntos acordados y siguen con la misma
técnica hasta agotar todos los puntos en disputa. Claro, ambas partes
presentan los puntos de discusión y lo que es su objetivo. Ninguno ve el
documento del otro, ni siquiera están en la misma sala. El mediador
recoge, analiza, compila y presenta los puntos donde están de acuerdo
como un primer avance. Luego sigue avanzando en los puntos donde no hubo
acuerdo buscando posiciones más cercanas hasta lograr consensos o
acuerdos”.
De
acuerdo a la consulta, los mejores mediadores del país son: Elsa
Cardoso, Eva Josko, Gabrielle Gueron y Sadio Garavini, hasta donde
conozco, todos opositores. Estas personas, de acordar participar,
conformarían todos o parte de ellos, una Comisión Negociadora para
llegar a un acuerdo entre todos los técnicos opositores, léase Grupo La
Colina, actual responsable técnico de la oposición ante el CNE, ESDATA,
SUMATE, Voto Limpio y académicos de la talla del Dr. Genaro Mosquera y
los responsables del Informe de Consistencia Demográfica del RE, de la
UCAB, así como distintas personalidades que puedan ser llamadas para
discutir este problema técnicamente. En este proceso se debatiría el
problema fundamental: ¿es seguro y viable usar técnica y objetivamente
el sistema SAI y el actual RE para ir al proceso electoral el 7 de
Octubre?
¿Es
descabellado este planteamiento? ¿Es “comeflor”? Algunos de ustedes
probablemente digan que si lo es y se estén muriendo de la risa con esta
nota, si han llegado tan lejos en su lectura. Podrían incluso
considerarla como extemporánea. ¿Cómo gente que se ha dicho cualquier
cosa y ha puesto en duda honorabilidades durante esta discusión se va a
sentar siquiera hablar de esto a estas alturas? Sin embargo, hasta
países que están en guerra se sientan en la misma mesa para conversar de
paz. De lo que se trata aquí es lograr una unidad técnica de criterios
en la oposición y UNA SOLA POSICION UNIFICADA frente al país, dándoles a
los políticos una opinión precisa y sin sesgos acerca de este
controversial asunto. La decisión que se tome luego ya no sería técnica
ni de los técnicos, sino política y de los políticos. Nos estamos
jugando algo tan fundamental como el cambio del sistema político de
Venezuela, aunque para algunos técnicos esto no les suene grave.
Estas
reflexiones de un técnico que se metió a humanista indican que un
sistema para contar votos, por muy complejo que este pueda ser, no puede
estar por encima del futuro de un país. Y menos que los políticos nos
lleven al despeñadero sin una evaluación técnica que los mejores
especialistas puedan acordar. ¿Ustedes no creen que bien vale la pena al
menos sentarse a pensarlo? Si ocurriera ese milagro de la Unidad
Técnica y se llegara a la conclusión de que es seguro un proceso como el
propuesto en los actuales términos, nadie en este país objetaría los
resultados electorales. Pero si ocurre lo contrario, tampoco nadie en su
sano juicio iría a unas elecciones con un sistema de sumar votos
técnicamente inseguro, con todas las consecuencias que esto pueda tener.
Nunca es tarde para discutir el país. Aprovecho la ocasión del Foro del
Grupo La Colina el sábado 21 de julio, y adonde probablemente asistirán
todos los protagonistas de esta controversia técnica, para preguntarlo…
Twitter:@laguana Blog: http://ticsddhh.blogspot.com/
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